27 de març 2007

Roy Lichtenstein





Aprovechando los cinco días en los que los valencianos disfrutamos de las fallas, he recorrido el norte de España acompañada de aquel con quien he compartido la mayoría de paisajes que retengo en mi memoria.

Un par de días en Puebla de Sanabria, un largo trayecto hasta la fascinante Galicia y finalmente de vuelta a Madrid. Allí decidimos visitar la Fundación Juan March, donde se exhibe una exposición del pintor estadounidense de Pop Art, Roy Lichtenstein.

Aparte de la vitalidad y perfección de sus obras, la principal característica que me sedujo fue la combinación de creatividad y originalidad, con la reinterpretación de las más famosas obras de nuestros genios del siglo XX, Henri Matisse o Pablo Picasso, entre otros.

Sus primeras creaciones se definían dentro del expresionismo-abstracto, pero la influencia del dibujo americano le llevó a experimentar con imágenes de cómics que ilustraban envoltorios de chicles. Tras esto, Lichtenstein realizó sus propias historietas de comics, como Good Morning, Darling.

A principios de los sesenta Lichtenstein fue el candidato elegido, compitiendo con el propio Andy Warhol -quien realizaba un trabajo similar- para exhibir sus obras en la Leo Castelli Gallery de Nueva York. Evidentemente esto le dio un enorme empujón a su carrera y tras ello, en 1966, se efectuó otra muestra en la Bienal de Venecia y posteriormente fue conquistando la mayoría de museos nacionales de todos los continentes.

El autor mezcló estilos como el Cubismo, Futurismo o Surrealismo y también indagó en el terreno de la escultura.

En la exposición a la que acudí, podías retroceder en el tiempo y observar paso a paso cómo se concebían los cuadros. En primer lugar, Lichtenstein trazaba un simple dibujo en una hoja de calco y la proyectaba en un gran lienzo para poder dibujarla a mayor escala. Tras esto, creaba un collage mediante pegatinas con puntos y cintas adhesivas para trazar rectas . Y finalmente aplicaba el color. El resultado es, indudablemente, una sofisticada atmósfera de colores disciplinados fruto de una libertad artística admirable.

1 comentari:

Anònim ha dit...

Fuí a visitar a Roy a su estudio hace tiempo, de paso por la gran ciudad. Le llevaba de regalo una cesta llena de frambuesas y un bote de pintura azul. El ama de llaves de su edificio, sin perder la compostura pese a las telarañas que la envolvían, me replicó amablemente:
- El Señor Lichtenstein murió hace seis años, pero le envía saludos igualmente. Hizo un gesto teatral, exagerado, de comic -se diluyó en milésimas- y me cerró la puerta.
Volví a creer en la ciudad, en el arte y en los genios, así que es imperativo moral visitar la Fundación Juan March.